Las cosas no tienen mucho sentido. La gente que conozco ya no es la misma de antes, y no sé si te has dado cuenta, pero ya todos hacemos cosas de adultos. Crecer siempre va a ser parte de morir y la muerte siempre será un tema que cause un pequeño piquetito en el estomago y te ponga a pensar cómo será tu final. Algunos finales son lentos, en camas de hospitales. Otros son impredecibles y fugaces, como la muerte de la señora de la tiendita, Doña Crucita. Pobre, un día fue a comprarle ropa a su viejo y ya no regreso. La tropellaron cuando iba cruzando la calle, nunca supieron quién. Fue una noticia muy grande en el barrio, Las señoras iban a tomarse el café de la mañana con las vecinas con la boca llena de chismes y habladurías de la pobre difunta, mucho: “Era tan buena..” . La cosa es, que cuando sabes de una muerte de esas, no puedes evitar pensar que puedes estirar la pata en cualquier momento y te pones a pensar en lo malgastada que está tu vida (como si hubiera un modo correcto de gastarla) y todo lo que quisieras hacer pero la tele y la computadora no te lo permiten. Don Tomás, su esposo, quedó muy triste y más solo que nunca, solamente eran ellos dos, sin hijos, ni gatos. Cuando le avisaron de la muerte no lloró ni dijo nada, se metió a su cuarto y las vecinas chismosas iban a dejarle comida por la ventana para ver si podían sacarle algunas palabras que pudieran repartir por la colonia, pero el viejo ni las gracias daba. No fue al velorio, ni al funeral, ni al novenario, solamente salía de su cuarto para hacer las necesidades básicas, y cuando nadie lo veía. Pasaron 3 semanas, y ya cuando por fin salió, no hizo mucho. Saco unas cajas llenas de libros al patio y sentado en una poltrona, se empeñó en rebuscar entre la poesía las palabras ultimas que Doña crucita le debió haber dicho de saber que iba a morir, esto porque Don Tomás pensaba que no hay nada más triste en la vida que no decir unas buenas últimas palabras a la gente que quieres. Y el sabia cuanto su esposa lo amaba, pero como él nunca fue una persona amorosa, (todo lo contrario de Doña Crucita que era un Panecito de dulce), decidió buscar entre esos libros. Pero no era buscar entre cualquier poesía, sino entre la poesía escrita en el año de 1972, que fue el año en el que según lo que me contó, se dio cuenta que la iba a amar para siempre. La situación me conmovía hasta la médula y no sé que era, pero me gustaba pasarme algunas tardes sentada en el patio rebuscando entre la poesía algo que Doña Crucita hubiese dicho, le leía algunos fragmentos convencida de que mis palabras y mi habilidad en la declamación lo harían derramar la lagrima, pero era más difícil de lo que creía, pues ningún verso le parecía suficiente para abarcar el amor que ellos se tenían.
Pasaron tres meses y él se rindió. De la nada. Solamente dijo: “Ya, vete” Me regalo unos libros de Jaime Sabines y me pidió de favor que ya no fuera a su casa porque no quería que alguien le insistiera por levantarse de la cama o lo obligara a fingir buenos modales. De hecho me trató bastante grosero diciéndome que a él todo le valía un reverendo pepinete y me fuera rápido o me iba a dar una patada en el culo que me iba a dejar jodida por semanas enteras. Me fui sin hacer ninguna objeción. ¿Quién puede ganarle a la gente vieja? Son las personas más tercas que conozco después de mi mamá, así que sé muy bien cómo lidiar con eso, hay que quedarse callado. Al otro día me enteré de que Don Tomás había muerto de una causa meramente natural, me impacto la noticia un poco, pero la gente nunca lo ve como una tragedia porque la gente vieja “ya está mas pa ya que pa acá”. Aunque yo creo que murió de derrota por aquello de no encontrar lo que Doña Cruicita debió decirle antes de morirse.
Las últimas palabras apestan. Las ultimas de Don Tomás hacia mi fueron crueles, apestosas a viejo, ensalivadas y groseras. Pero vamos, el viejo era muy bueno para charlar y me enseñó muchas cosas. Me caía bien ¿Por qué querría yo definir toda nuestra relación en unas malditas últimas palabras? Incluso ahora que las recuerdo las pienso divertidas. La vida no es un cuento de esos que acaban con un problema resuelto y fin de cualquier drama para dar una felicidad larga y tendida. La vida te da patadas en el culo que te joden y te dejan bien jodido por semanas enteras como decía Don Tomás y un día cualquiera te termina jodiendo tanto que ya nunca te levantas, pero aun así existes y sería más estúpido quedarte ahí sin hacer nada, el hombre ha inventado toda esta sarta de tarugadas y cosas bellas para pasar ese tramo del nacer a la muerte y no siempre habrá finales felices ni estructurados, He escuchado que hay gente que se muere de estornudar o de tirarse un pedo y eso es fugaz, como todo lo que existe, a veces sin sentido y sin chiste. Así son las cosas, no todo lo que nos han dicho es verdad.
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