miércoles, 27 de febrero de 2013

Decir adiós.

Te fuiste, adiós.
 Al final no pude darte un abrazo como el de esta fotografía, al final no tuve una historia como para mandar a un programa de televisión o escribir una novela romántica, al final solo tuve tu sonrisa en mi cabeza y las fotos de aquella vez que salimos a bailar. Me quedé con los dedos en el teclado, traspasando la carta que te había escrito, tendí sobre la cama cada recuerdo tuyo y elegí los mas felices para regalártelos todos. Tomé las cosas que alguna vez soñamos juntos y las guarde en una cajita bajo mi buró. Todo era tan invisible  que mis ojos se llenaron de lágrimas. 
 Me lamenté por no haber tenido más tiempo. 
Se que estaremos a miles de calles de distancia, que tendrás otros amigos y te crecerán los sueños, que  estamos creciendo y  que no con la ausencia se van borrando las personas y suenan más a mentira los "te quiero".
 Los días que me regalaste dan vueltas inquietos por mi cabeza, asemejan el agua en curva. Uno detrás de otro me asaltan, como una película de cine de arte en sepia que de fondo tiene la canción que tanto te gustaba y me tarareaste aquél día en los columpios. En esos recuerdos siempre estas sonriendo, si me esfuerzo lo suficiente, te veo observándome y de repente puedo sentir el olor a jabón llenando mi habitación. Es probable que no nos veamos en muchas noches, pero tendremos la noche aun. Es probable que me vuelva algo borroso, como una mancha, algo parecido al agua cuando cae al suelo y después se desvanece, porque al final se tiene que secar. 
Pero me quedo con lo que fuimos, que al final no fue nada, pero fue nuestro, y tu y yo lo sabemos bien, no tiene muchas explicaciones, porque jamás las necesitamos. Porque me basto siempre con tener tus pestañas cerca, tan cerca como para de tanto mirarlas  memorizarlas y tener la certeza de que podría hacerte un dibujo de ellas muy bonito, tan bonito que lo pegarías  en la pared de tu habitación o lo tendrías cerca a tu espejo, que lindas pestañas tienes.

Veo por la ventana y afuera todo esta en calma. Espero algún estés parado en la acera  mirando a mi ventana, con una caja de  historias, con experiencias, con ganas de abrazarme. Y yo saldré a encontrarte, porque no dudo que el hecho de que te hayas cruzado en mi camino sea el que en este minuto me abraza y me dice al oído que la despedida no llego el día de hoy y no a manera de consuelo, si no firme, certero, marcando la realidad y regalándome un poquito de esperanza.

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