jueves, 28 de febrero de 2013

Mi padre y yo.

En algo así como un mes, voy a cumplir mi primer tercio de vida. Y digo mi primer tercio por aquello de que la esperanza de vida esta apenitas sobre los sesenta. No me sorprende que a mis veinte años no haya aprendido casi nada de la vida, soy consciente de que todavía me sigo comiendo las uñas y cuando nadie me ve, algunas ocasiones me saco los mocos. A diferencia de muchos, y justamente igual que algunos cuantos la relación que mantengo con mis padres (especialmente mi papá) es un hielo. Durante toda mi vida he cambiado físicamente. Primero era muy chaparrita, luego muy gorda, tuve dientes gigantes y chuecos, un corte de cabello horrible, un fleco entero mal cortado por mi misma, luego me puse muy delgada, no tenia chichis (todavía espero que crezcan), me hice un fleco de lado y peine de coleta,me pusieron brackets y en un ataque depresivo me los arranqué, volví a subir de peso, remate con el típico corte de "EMO" en los tiempos del metroflog (una página social bastante usada cuando iba en la secundaria) y aterricé en una persona a quien le da pavor ir al estilista (si, mi sueño es tener el pelo largo). Y esas son apenas algunas pequeñas cosas que cambiaron en mi físicamente desde los diez años, pero la relación con mi familia se pudrió cada vez más desde exactamente esa misma edad. A veces pienso que si mi papá nunca hubiera hecho todo lo que hizo nadie hubiese salido herido y pudiéramos ser felices, juntos. Pero creo que nadie quiso pedir perdón y fue tanto el odio que acumulamos que se nos olvido que compartíamos el alma. Realmente lamento el hecho de saber que ya no volveremos a ser aquella familia que iba los domingos de paseo, cuando íbamos al supermercado a comprar regalos por mi cumpleaños, cuando poníamos un arbolito todas las navidades y lo que mas me encantaba, que era que me contaran todos los días un cuento para dormir. Ya se que crecí y que piensen que un "adulto" no necesita cariño es una maldita estupidez, piénsalo, a lo mejor al igual que yo tu sentiste que te obligaron a crecer. Y por eso yo también quiero que de vez en cuando me digan que me quieren y que el día de mi cumpleaños me canten las mañanitas. ¡A la mierda los regalos! Ya me estoy haciendo vieja y tengo miedo que el grosor de ese hielo siga creciendo y que me arrepienta de no haberlo trozado cuando todavía era frágil. ¿Pero supongo que serìa mas fácil si ustedes también se dieran cuenta de la gravedad del asunto no? Imagina el futuro por un segundo. No quiero que el día en que te estés muriendo sea el día que podamos pedirnos perdón.

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